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Accidente cerebrovascular: una amenaza silenciosa

Paciente ingresa a tomografía por accidente cerebrovascular.

Nada es tan cierto como afirmar que la vida puede cambiar en un segundo. Tal aseveración, que puede interpretarse como pesimista, es especialmente correcta cuando nos referimos a los accidentes cerebrovasculares (ACV). Conocidos con el término no médico de derrame cerebral, los ACV tienen como característica fundamental su forma de presentación repentina, ya sea cuando se realiza una actividad o al despertar luego del sueño. Dependiendo de la zona del encéfalo que se ha comprometido, puede manifestarse con imposibilidad de mover una mitad del cuerpo (hemiparesia), o dificultad para hablar o entender lo que se le dice verbalmente (afasia), o pérdida visual de la mitad del campo visual (hemianopsia) o pérdida total de la visión (ceguera cortical), dificultades en la coordinación (ataxia), trastorno para caminar (apraxia, ataxia), y un largo etcétera.

No es raro que aquella persona que padece alguno de estos síntomas de aparición repentina piense que será pasajero y espere antes de acudir por ayuda médica. Esa actitud es totalmente incorrecta, pues es en las primeras horas de aparición de los síntomas donde se puede actuar para modificar la enfermedad e intentar revertir el ACV. Sin embargo, si el ACV ya se ha establecido, todavía tenemos la herramienta de la terapia física para mejor la función neurológica comprometida.

A pesar de que el ACV se presenta de forma repentina, el proceso de daño neurovascular que ha conllevado a dicho ACV es un proceso que se ha desarrollado a lo largo de muchos años, como consecuencia del efecto nocivo de los factores de riesgo sobre el endotelio vascular. La hipertensión arterial, la diabetes melitus, la dislipidemia, el tabaquismo, el sedentarismo, la obesidad y la edad avanzada son los principales factores de riesgo que, de no controlarse, aumentan la probabilidad de padecer un ACV, al generar daño neurovascular crónico y progresivo. Es vital, por lo tanto, controlar adecuadamente dichos factores de riesgo para reducir el riesgo de ACV. La prevención es fundamental en este caso.

La recuperación de la discapacidad luego de padecer un ACV es muy variable en cada persona y es difícil de predecir. El factor pronóstico de mayor valor es el grado de recuperación durante el primer mes (a mayor mejoría en el primer mes, mejor pronóstico de recuperación a largo plazo). Sin embargo, diferentes estudios han demostrado que la recuperación, a través de una terapia física bien dirigida, no tiene un límite de tiempo, y si bien antes se pensaba que luego de un año no era posible mejorar la discapacidad, en la actualidad ya es conocido que la recuperación luego de un ACV, si bien es más lenta, puede mantenerse indefinidamente.

Si bien el ACV es un evento repentino, tenemos toda la vida para prevenirlo.

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