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Enfermedad de Alzheimer

Anciano con enfermedad de Alzheimer.

La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad degenerativa del cerebro que suele afectar a los adultos mayores, en especial a quienes superan los 70 años, siendo infrecuente antes de dicha edad. En la mayoría de ocasiones inicia con olvidos, en especial aquellos que afectan a la memoria anterógrada, es decir, a los eventos nuevos que van aconteciendo en la vida, como, por ejemplo, qué fue lo que se almorzó, si los familiares fueron a visitarlo, si acudió a su cita con el médico, etcétera.  La memoria retrograda, que es la memoria de hechos pasados, no suele comprometerse al inicio de la enfermedad y por eso el paciente es capaz de recordar en qué colegio estudió, si se casó por civil o religioso, si estuvo en el servicio militar, entre otros.

Debe considerarse que es normal que, con el paso de los años, aparezcan algunos olvidos benignos que tienen relación sobre todo con alteraciones de la atención (no tanto por problemas del sistema de memoria). Ejemplos de olvidos benignos son olvidar dónde se dejaron objetos, como las llaves, llegar a una habitación (por ejemplo, la cocina) y no recordar para qué se había ido, no recordar el nombre de los objetos cuando se está hablando. La característica fundamental de los olvidos benignos radica en que la misma persona que presenta los olvidos es la que se percata de que se está olvidando. En los olvidos malignos, por el contrario, el paciente no es consciente de su problema de memoria, siendo terceras personas, como familiares o amigos, las que se dan cuenta del problema. Un ejemplo clásico de olvido maligno es cuando la persona narra un hecho del día (por ejemplo, que esa mañana lo visitaron sus familiares) en repetidas ocasiones, como si ya no lo hubiera contado. A pesar de que se le aclare que ya había contado esa historia, la seguirá repitiendo pues no es capaz de recordar que ya la contó. Como podemos ver, en estos casos, es una tercera persona la que nota los olvidos y no el mismo paciente. Estos olvidos patológicos no deben considerarse normales y siempre deben ser evaluados por el neurólogo.

Si la enfermedad de Alzheimer progresa, comienzan a afectarse otras esferas del intelecto, como por ejemplo el lenguaje. Es frecuente que, en quienes padecen esta enfermedad, no se logre recordar el nombre de los objetos a pesar de que se les dé pistas de estos. Por ejemplo, si no recuerda el nombre “lapicero” cuando le mostramos uno, no será capaz de recordar dicho nombre así le demos las primeras sílabas de la palabra, o si le decimos para qué sirve (en los olvidos benignos, por el contrario, la persona recuerda rápidamente el nombre si le damos estas pistas). Con el tiempo, el lenguaje se hace plano, se pierde vocabulario y el repertorio de palabras que usaba la persona se reduce a unos pocos léxicos que usa para comunicarse.

En casos más avanzados puede aparecer confusión. La persona se desorienta, puede perderse en la calle a pesar de estar en lugares conocidos, confunde el nombre de sus familiares e incluso puede confundirlos realmente entre ellos, pensando que su sobrino es su hijo o situaciones parecidas. No es raro que el paciente se torne suspicaz, creyendo que le van a hacer daño o que le quieren robar sus propios familiares, por lo que tiende a esconder sus pertenencias. En confusiones más serias, aparecen conductas claramente anormales, como meter un zapato a la olla o un celular al horno microondas, manipular sus genitales en público o desnudarse delante de los demás.

El aspecto emocional también se suele afectar. La aparición de depresión, con llanto frecuente, es habitual. Pero lo contrario también puede suceder, con euforia y alegría desbordada y desinhibida en una persona que no era así.  En otras ocasiones aparece apatía, con gran falta de iniciativa para hacer actividades que antes le causaban placer, perdiendo el gusto por salir a pasear con la familia y abandonando sus pasatiempos.

Ya en casos muy avanzados, se pierde la capacidad de valerse por sí mismo para actividades básicas como la alimentación, la higiene, se altera la marcha y se hace necesario que una persona esté constantemente cuidando al paciente. Finalmente, la persona queda postrada en cama y la muerte sobreviene por alguna complicación propia del estado de postración, como una neumonía. La progresión de la enfermedad desde los primeros síntomas hasta la muerte suele estar alrededor de los 10 años, pero hay casos de evolución más lenta y otros, aunque menos frecuentemente, de evolución más rápida.

Tratar esta enfermedad implica tratar también a la familia pues son justamente los familiares quienes se sienten desolados y aturdidos con los síntomas de su ser querido. Es fundamental que le médico explique a la familia o a los cuidadores cómo será la evolución de la enfermedad y qué deben hacer ante determinadas situaciones, como, por ejemplo, si el paciente se torna agresivo o despierta constantemente por las noches generando ruido cuando los demás están durmiendo.

Se han estudiado diferentes fármacos para tratar el Alzheimer, pero ninguno ha demostrado que modifique la evolución natural de la enfermedad. Por ello, la medicación va dirigida, sobre todo, a tratar los síntomas que puedan ir apareciendo. Si hay insomnio, habrá que medicar con fármacos que la ayuden a dormir, si hay agresividad o conductas desbordadas, habrá que dar medicinas que controlen dicho comportamiento, si se pierde el apetito, habrá que mejorarlo.

Más importante que los medicamentos, son las medidas generales que le podemos ofrecer al paciente con enfermedad de Alzheimer. Mantener un buen estado de nutrición e higiene es básico para evitar complicaciones; controlar otros factores de riesgo que puedan empeorar más el estado mental, como la diabetes o la hipertensión, es necesario; mantenerlo en un ambiente acogedor y con estímulos y en constante vigilancia es más efectivo en tratar la enfermedad que cualquier medicamento que le podamos ofrecer.

Cuidar a una persona con enfermedad de Alzheimer puede ser difícil para la familia, pero con la guía de un profesional se podrá saber cómo actuar frente a las dificultades que puedan ir apareciendo.

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